Acuario Nacional de Michoacán

La amplia y estilizada bahía de El Faro de Bucerías está rematada por numerosos peñascos, montes e islotes, que añaden su belleza terrestre a las incontables maravillas del mundo oceánico.

En El Faro el mar, que varía del turquesa al azul oscuro, tiene una agradable temperatura la mayor parte del año, pero no todas las zonas son propicias para nadar. El extremo izquierdo (viendo de frente al mar) es el preferido por los bañistas y por quienes practican el esnórquel, ya que tiene declive suave, oleaje tranquilo y arrecifes donde habitan numerosas especies. El resto de la playa es recomendable sólo para nadadores expertos, por su pronunciado declive y fuertes corrientes marinas.

Hay numerosas enramadas donde instalar tiendas de campaña y colgar la imprescindible hamaca. En cada enramada hay un pequeño restaurante donde se preparan deliciosos platillos a base de mariscos y pescado, y varias cuentan con regaderas y sanitarios. En esta playa las noches despejadas son un espectáculo maravilloso de brisa fresca e incontables estrellas.

Las elevaciones que limitan la bahía, de aspecto árido y fascinante, son hábitat de varias especies de mamíferos y reptiles, algunas en peligro de extinción. Las últimas estribaciones de la Sierra Madre del Sur se encuentran cubiertas por la selva baja caducifolia, que agrupa ceibas, parotas, cueramos, huizaches, tepemezquites y numerosos pitayos que contrastan sus reminiscencias desérticas con la vastedad del mar.

Algo que distingue a El Faro de Bucerías y a toda la zona aledaña es el gran número de especies de aves que la habitan. Las islas y peñascos frente a la bahía han sido declarados santuarios, y no es posible visitarlos de marzo a septiembre, que es la época de anidación. Se trata de aves marinas en su mayoría: pelícanos pardos, fragatas, garzones y gaviotas que comparten incluso un mismo árbol para anidar con aves de ríos y esteros, como garzas, macacos e ibis.

Los arrecifes bañados por el mar no se quedan atrás en cuanto a abundancia de vida. De hecho, en el extremo izquierdo de la playa hay un montículo muy particular; en su parte posterior hay una bella conformación de rocas recubiertas de algas que se extiende horizontalmente adentrándose varios metros en el mar. Ahí el oleaje ha creado pasadizos y pozas donde a simple vista observaremos erizos, anémonas, algas, corales, cangrejos y algunos peces atrapados temporalmente por la marea alta. Se trata de un muy peculiar acuario natural que debe ser tratado con el mayor cuidado, pues cada roca y cada poza constituyen un complejo ecosistema.

El fondo marino es también un atractivo para numerosos visitantes. De hecho, el lugar donde se encuentran los restos del naufragio de un pesquero japonés es frecuentado por quienes realizan sus primeras inmersiones, por ser un excelente e interesante punto de referencia a una profundidad moderada.

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