Los primeros habitantes identificados de la costa michoacana formaban parte del complejo cultural conocido como Capacha, de unos tres mil años de antigüedad.
Durante el Posclásico, los mexicas y purépechas invadieron y se disputaron el dominio de esta zona rica en algodón, cacao, sal, miel, cera, plumas, cinabrio, oro y cobre. Los centros de población vivían de la agricultura y la silvicultura y estaban alejados unos 30 km de la costa. El legado de esa etapa se conserva hasta el presente, pues se habla náhuatl en Ostula, Coire, Pomaro, Maquilí e incluso en El Faro y Maruata.
Durante la Colonia, la población se mantuvo alejada del mar y se crearon enormes latifundios. En 1830 un párroco local capacitó a sus feligreses en la obtención del carey y la extracción de perla por buceo. Posiblemente de ahí provenga el nombre de Bucerías. En 1870 la bahía fue abierta al cabotaje de barcos mercantes que llevaban maderas preciosas del sur de Michoacán a otros puertos del continente.
A principios del siglo XX un pesquero japonés se hundió luego de chocar contra las rocas cercanas a Bucerías. Para prevenir accidentes similares se construyó el faro, pero el lugar seguía casi deshabitado. El poblado actual fue fundado hace 45 años por migrantes de tierra adentro movidos por la inercia del desarrollo que siguió a la creación de la siderúrgica “Las Truchas” y la presa El Infiernillo, en el extremo oriente de la costa michoacana.