Zona turística
Descubre todas las maravillas que este hermoso lugar tiene para ti
Una vez que lo conozcas no podrás evitar querer regresar, El Faro de Bucerías te cautivará por su conexión con la naturaleza.
Eco-turismo
Eco-diversión
Eco-todo
El Faro de Bucerías
Colola
Capital mundial de la tortuga negra.
El Zapote de Madero
Lugar de arrecifes ubicado a 5 minutos del faro, donde se encuentra una gran variedad de peces y moluscos pequeños.
La Manzanillera
Ubicada a 2 km de El Faro de Bucerías.
La Ticla
Lugar de destino de muchos extranjeros, con buenas olas donde el agua dulce de un río se conecta con el mar. Ubicado a 15 minutos de El Faro de Bucerías.
Un destino mágico, una experiencia inolvidable
Las playas michoacanas están rodeadas de islotes, peñascos y acantilados que resguardan playas de belleza excepcional donde se pueden vivir experiencias románticas lejos de las aglomeraciones y el bullicio cotidiano. Una de ellas es Faro de Bucerías, una belleza de encanto salvaje y natural ofrecen tranquilidad, silencio y paz para disfrutar en pareja.
Faro de Bucerías es conocido como el acuario marino de Michoacán. Sus aguas cristalinas y hermosas playas de azul profundo le otorgan este apelativo. Este destino michoacano ofrece un paisaje fascinante de arena fina y dorada, aguas limpias y cristalinas rodeadas de montañas imponentes y cielos despejados y un clima delicioso.
Faro de Bucerías es una bahía pequeña e íntima, ideal para pasar el día colgado en una hamaca, en alguna de sus enramadas. Las aguas del mar, que va del azul rey al turquesa son cálidas la mayor parte del año, su oleaje es fuerte por lo que deben tener cuidado al meterse al mar. Además, en las enramadas hay pequeños restaurantes donde se preparan especialidades de mariscos y pescados, la más famosa es el pescado zarandeado.
De julio a diciembre las tortugas laúd, golfina y negra regalan un hermoso espectáculo cuando llegan, por cientos, a desovar a estas playas. Si viajas con tu pareja en esta época del año, es una postal que no deben perderse, la única recomendación es no colocar sombrillas en la playa para evitar dañar los nidos.
Para hacer más romántico la experiencia les recomendamos pasar una noche en la playa pues el cielo se cubre de estrellas y una gran luna se refleja en el mar. Es un lugar seguro para acampar pero ustedes deben llevar su tienda de campaña. Si prefieren existen cabañas rústicas y muy cómodas para pasar la noche.
El Faro de Bucerías también es ideal para disfrutar del avistamiento de aves. De hecho, las islas y peñascos que se encuentran frente a la bahía han sido declarados santuarios naturales. Existen algunas touroperadoras que realizan paseos en lancha por los alrededores de las islas para que puedan disfrutar de la belleza de las aves. También se puede practicar esnórquel y buceo para conocer un barco hundido.
La amplia y estilizada bahía de El Faro de Bucerías está rematada por numerosos peñascos, montes e islotes, que añaden su belleza terrestre a las incontables maravillas del mundo oceánico.
Vale la pena disfrutar las inmejorables vistas que ofrecen los cerros aledaños para espiar los hermosísimos atardeceres. Muchos de ellos, por dar hacia el mar, terminan súbitamente en bellas pero peligrosas paredes y declives labrados por el viento y el oleaje.
Otra maravilla que encontramos en los alrededores son las playas miniatura que se han formado en medio de las montañas y los riscos, toda una invitación a la contemplación y al disfrute, así como un sitio ideal para los pescadores de orilla que atrapan agujones, sierras, pargos, jureles y otras especies que complementan los placeres gastronómicos de la estancia.
Se recomienda visitar el faro que da nombre a la playa. Hablando con los fareros, personas muy amables y con gran cantidad de historias por contar, podemos ser admitidos a la amplia terraza que se encuentra a espaldas de la casa que habitan, turnándose por semana. Desde ahí, disfrutaremos de la más extensa y hermosa vista de la bahía y sus alrededores.
Una vereda aledaña a los cerros donde se asienta el faro lleva a La Llorona, extensísima y deshabitada playa que debe su nombre a la finura de su arena, pues al caminar y ejercer fricción al enterrar los talones se escucha un pequeño y simpático rechinido. El lugar es a cual más mágico, pues la bruma en el horizonte y el efecto de espejo que produce el mar al bañar las planicies de arena, dan la sensación que la playa no tiene fin.
En la zona cercana a la brecha que proviene de El Faro las rocas sirven como rompeolas y forman numerosas “albercas” de poca profundidad, rellenadas de vez en cuando por olas mayores.
Explorando los alrededores
Vale la pena disfrutar las inmejorables vistas que ofrecen los cerros aledaños para espiar los hermosísimos atardeceres. Muchos de ellos, por dar hacia el mar, terminan súbitamente en bellas pero peligrosas paredes y declives labrados por el viento y el oleaje.
Otra maravilla que encontramos en los alrededores son las playas miniatura que se han formado en medio de las montañas y los riscos, toda una invitación a la contemplación y al disfrute, así como un sitio ideal para los pescadores de orilla que atrapan agujones, sierras, pargos, jureles y otras especies que complementan los placeres gastronómicos de la estancia.
Se recomienda visitar el faro que da nombre a la playa. Hablando con los fareros, personas muy amables y con gran cantidad de historias por contar, podemos ser admitidos a la amplia terraza que se encuentra a espaldas de la casa que habitan, turnándose por semana. Desde ahí, disfrutaremos de la más extensa y hermosa vista de la bahía y sus alrededores.
Una vereda aledaña a los cerros donde se asienta el faro lleva a La Llorona, extensísima y deshabitada playa que debe su nombre a la finura de su arena, pues al caminar y ejercer fricción al enterrar los talones se escucha un pequeño y simpático rechinido. El lugar es a cual más mágico, pues la bruma en el horizonte y el efecto de espejo que produce el mar al bañar las planicies de arena, dan la sensación que la playa no tiene fin.
En la zona cercana a la brecha que proviene de El Faro las rocas sirven como rompeolas y forman numerosas “albercas” de poca profundidad, rellenadas de vez en cuando por olas mayores
Los fareños
Los habitantes de esta pequeña comunidad se dedican a atender al turismo, a la pesca y al cultivo de maíz y papaya. Todo el terreno que bordea la bahía es propiedad de quienes ahí viven. Hace poco, una compañía española pretendía realizar un megaproyecto turístico en la zona, pero la Unión de Comunidades Indígenas Nahuas de la Costa defendió sus derechos y logró detenerlo.
La comunidad se encuentra muy relacionada culturalmente con el pue-blo indígena Coire. En la época cercana a Navidad se representan pastorelas en las que algunos jóvenes ataviados con máscaras tienen la función de asustar y entretener a los asistentes a la fiesta de adoración al Niño Jesús.
¡Ay del turista que se cruce en su camino!, pues sin contemplación alguna recibirá burlas y hasta un baño gratuito en el mar.
El futuro
Pese a ser reciente, la presencia humana ya ha ocasionado daños en los ecosistemas de la zona. El Faro y otras playas cercanas son el principal punto de arribazón en el mundo de la tortuga negra y otras especies de quelonios, que hasta hace apenas algunos años cubrían el mar y hoy en día se intenta salvar de la extinción. El cocodrilo de los esteros ha desaparecido por completo, y la langosta ha sufrido una disminución drástica en sus poblaciones.
Acciones simples, como que los turistas recojamos la basura no biodegradable; evitar el saqueo de los corales, erizos, caracoles y peces de las zonas de arrecifes; y el respeto máximo a las crías, huevos y ejemplares de tortuga marina, harán la diferencia para que una zona tan hermosa y pletórica de vida se conserve de esa manera. La invitación a disfrutar y al mismo tiempo conservar, queda extendida.
La historia
Los primeros habitantes identificados de la costa michoacana formaban parte del complejo cultural conocido como Capacha, de unos tres mil años de antigüedad.
Durante el Posclásico, los mexicas y purépechas invadieron y se disputaron el dominio de esta zona rica en algodón, cacao, sal, miel, cera, plumas, cinabrio, oro y cobre. Los centros de población vivían de la agricultura y la silvicultura y estaban alejados unos 30 km de la costa. El legado de esa etapa se conserva hasta el presente, pues se habla náhuatl en Ostula, Coire, Pomaro, Maquilí e incluso en El Faro y Maruata.
Durante la Colonia, la población se mantuvo alejada del mar y se crearon enormes latifundios. En 1830 un párroco local capacitó a sus feligreses en la obtención del carey y la extracción de perla por buceo. Posiblemente de ahí provenga el nombre de Bucerías. En 1870 la bahía fue abierta al cabotaje de barcos mercantes que llevaban maderas preciosas del sur de Michoacán a otros puertos del continente.
A principios del siglo XX un pesquero japonés se hundió luego de chocar contra las rocas cercanas a Bucerías. Para prevenir accidentes similares se construyó el faro, pero el lugar seguía casi deshabitado. El poblado actual fue fundado hace 45 años por migrantes de tierra adentro movidos por la inercia del desarrollo que siguió a la creación de la siderúrgica “Las Truchas” y la presa El Infiernillo, en el extremo oriente de la costa michoacana.